En unos congresos organizados por el Observatorio de Educación de la Universidad Rey Juan Carlos. Donde Mar Romera, maestra y profesional en educación emocional, se refirió a padres sobreprotectores.
La grave situación ha llegado a tal punto que los padres han dicho mil veces «Yo quiero que mis hijos sean felices» ¿quién no?, pero Mar Romera dice «si eres padre y dices que quieres que tu hijo sea feliz, vas por muy mal camino, tienes muchas papeletas de ser un padre sobreprotector».
Te estarás preguntando ¿Qué tiene de malo?. Yo quiero ser feliz y lo repito: «quiero que mis hijos sean felices también»¿alguien no quiero serlo?. La felicidad es un estado normal para los seres humanos y se valora mucho.
Ya que si perdemos la felicidad, buscamos la forma de recuperarla cuanto antes.
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Indaguemos
Entonces pensemos un poco, si está tan mal decir que queremos que nuestros hijos sean felices, será por algo. Primero vayamos a Google y busquemos «Significado de felicidad» lo cual me ha devuelto 13,300,000 millones de resultados.
Donde eh encontrado dos definiciones en el diccionario RAE de nuestra lengua:
- «Estado de grata satisfacción espiritual y física», hasta aquí todo bien y se entiende claramente.
- «Ausencia de inconvenientes o tropiezos», esto si me pareció interesante.
La segunda definición es una curiosa manera de comprender la felicidad. Y además ¿qué nos pasa cuando encontramos inconvenientes? nos frustramos.
Si evitamos que se encuentren con dificultades o tropiezos por miedo a que dejen de ser felices un rato y que se frustren, no les estamos haciendo ningún favor.
Se puede dejar de ser feliz un día, o dos o alguno más, se puede estar triste, frustrado y se debe, como dice Mar Romera, captar y aceptar las emociones, todas, las positivas y negativas.
No se trata de que no lloren nunca, no se frustren nunca, no se esfuercen nunca, de que estén todo el día flipados, de que tengan todo lo que se les antoja, y vivan buscando cada día algo nuevo que les haga supuestamente más felices.
No hay que confundir felicidad con placer.
La cuestión, más bien, no está en querer que nuestros hijos sean felices, sino en cómo comprendamos la felicidad y en cómo guiamos a nuestros hijos a ella.
Los niños tienen que sentirse frustrados muchas veces, y del mismo modo que la felicidad. La frustración es una emoción que no nos gusta, y por ello podemos sentir la tentación de querer que nuestros hijos no tengan que experimentarla.
Pero será pasajera, los niños regresarán a su estado de bienestar, si son resilientes.
Qué es ser resiliente
Aceptar la frustración y entenderla es necesario, y así tienen que saberlo nuestros hijos. Pero tampoco podemos convertir una situación frustrante y estresante para un niño en algo cotidiano en su vida con la excusa de que tiene que aprender a tolerar la frustración.
Por eso odio la expresión “tolerar la frustración”. Le faltan matices, así que yo prefiero decir que hay que “superar la frustración”. Y esto lleva esfuerzo, y hay muchos esfuerzos que llevan a sentirse bien y feliz.
Esforzarse para superar un obstáculo o resolver un problema, y experimentar la satisfacción del logro alcanzado es una emoción por la que deben pasar nuestros hijos. No sería justo robarles esas vivencias.
Pero es cierto que si un padre o una madre viven deseando que su hijo sea feliz, está en el punto de mira de la sobreprotección.
A partir de ahora, si alguien me pregunta qué quiero que sean mis hijos, les diré que quiero que sean resilientes –la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas–.
Es una manera un poco compleja de decir que quiero que sean felices, pero al menos no te van a tildar de sobreprotector (a).